Los arrecifes de coral encierran, además de nutrientes y hábitat, una de esas tantas paradojas maravillosas de la naturaleza. Ocupan apenas menos del 1% de la superficie de los océanos, pero 25% de la vida marina depende de ellos en algún punto.
Son vitales para la biodiversidad de los mares, también como reductores del impacto de huracanes y tormentas, como atractivos turísticos y como fuentes de investigación para medicamentos y estudios genéticos. No obstante, la contaminación, la sobrepesca y el cambio climático están amenazando seriamente estos ecosistemas.
Hace casi 20 años, la Fundación Puntacana, en asociación con Counterpart International y la Universidad de Miami, decidió ser parte de la solución a este problema. De la mano de biólogos y con la cooperación de instituciones científicas nacionales e internacionales, comenzaron un programa de microfragmentación de corales.
Se trata de tomar algunos corales de los arrecifes para luego cortarlos en diminutos fragmentos y ser cultivados en estanques. Allí se les somete a condiciones controladas de temperatura y flujos de agua; así van creciendo. Cuando tienen el tamaño y la climatización adecuada son llevados de vuelta a los arrecifes. En estos puntos son replantados y aportan más fortaleza, salud y extensión a estas estructuras, fundamentales para la biodiversidad marina.
Mientras están en los estanques, los biólogos del CIM hacen un seguimiento diario para medir su temperatura y estado de salud, es decir, cuáles muestran resistencia, cuales se enferman y cuáles están a punto de morir. Para esa vigilancia, los científicos se apoyan en un robot de última generación, así como en proyecciones con ayuda de macrodatos e inteligencia artificial.
A la fecha, este proyecto ha logrado 11 mil fragmentos de corales trasplantados en el sureste de la República Dominicana. Esto ha sido posible con la cooperación de instituciones como la Fundación Dominicana de Estudios Marinos (Fundemar), The Nature Conservancy (TNC) y Oceankind Foundation.
Un alcance mucho mayor
La experiencia acumulada en la microfragmentación y en la transplantación de corales ha llamado la atención fuera del país.
En octubre de 2023 se formalizó el proyecto Coral Caribe, que prevé restaurar y conservar los arrecifes de coral en República Dominicana, Haití, Cuba y Jamaica, naciones que reúnen el 60 % de los arrecifes de coral del Caribe.
En esta tarea se sumarán organizaciones como la Iniciativa Internacional para la Protección del Clima (IKI, por sus siglas en alemán), del Gobierno de Alemania.
Importancia creciente de los corales
El interés que el CIM pone en esta materia, tanto como para investigar y, sobre todo, actuar, se ve acentuada cuando se miran otras investigaciones que suceden en paralelo.
El Laboratorio Meteorológico y Oceanográfico del Atlántico, en Estados Unidos, divulgó un estudio en 2022 que evaluó variantes genéticas del coral, Acropora cervicornis, que pueden tolerar elevadas temperaturas y contaminación por nutrientes.
El hallazgo da esperanza a los investigadores, pues, en momentos donde el cambio climático se acentúa, podría ser una ayuda para mejorar la supervivencia de este coral y su éxito de restauración.
Mientras aquello sucede en Atlántico, desde la esquina más oriental de República Dominicana también se aviva un rayo de esperanza que comienza a irradiar en el resto del Caribe.
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